Tradiciones
y Costumbres - Blancos de orilla
La expresión blancos de orilla fue creada por el historiador y sociólogo
Laureano Vallenilla Lanz, quien la utilizó para designar a un
sector social perteneciente a la categoría de blancos que dentro de
la estratificación de la sociedad colonial se encontraba por debajo
de los blancos mantuanos a quienes denomina «grupos de nobles» y
que conformaban una «oligarquía opresora y tiránica». Vallenilla
Lanz llega a la elaboración de esta expresión a partir del análisis
de una representación del Ayuntamiento caraqueño ante el Rey en
1796. En este documento los mantuanos, integrantes del Cabildo se
oponían a la cédula de gracias al sacar. Contradecían los
informes enviados al Rey por los ministros de la Audiencia donde se
afirmaba la existencia de muchos vecinos que siendo pardos habían
obtenido la calidad de blancos a través de fraudulentos juicios de
limpieza de sangre. Decían los cabildantes que si bien existían
algunas familias pardas que habían logrado obtener calidad de
blancos a través de juicios, aquéllas eran pocas y además eran
las que vivían «en las extremidades de la ciudad sin influjo sobre
lo público y general». En esta afirmación del Ayuntamiento
caraqueño se basa Vallenilla Lanz, en su obra Cesarismo democrático,
para afirmar que «Los reparos y distingos no se referían [...] únicamente
a la gente de color [...] sino que la misma clase de blancos se
dividía también en grupos denominados, despreciativamente, por el
barrio en que estaban domiciliados, o bajo el calificativo general
de blancos de orilla...» En realidad, ningún documento de la época
consigna tal calificativo. Vallenilla Lanz lo infiere de la ubicación
geográfica donde vivían los pardos «blanqueados» según el
testimonio del Ayuntamiento. La representación del Cabildo de 1796,
en la que se basa el autor, se refiere a blancos del «estado llano»,
categoría en la que se incluía a los blancos que carecían de los
privilegios y prerrogativas exclusivos de los altos funcionarios y
los mantuanos o criollos descendientes de los conquistadores. Al
igual que en España, este «estado llano» designaba a una porción
de la población en América, específicamente blanca que ejercía
oficios mecánicos y otros calificados como viles. No obstante la
confusión de Vallenilla Lanz en la interpretación del texto del
Cabildo, el término blancos de orilla se impuso en la historiografía
social venezolana, siendo utilizado por autores de diversas
tendencias para designar a los blancos que se encontraban por debajo
de los funcionarios peninsulares de alto rango y de los mantuanos.
Existe consenso en que en la sociedad venezolana los niveles
sociales no eran homogéneos; el de los blancos estaba estratificado
en sí mismo. En la cúspide se encontraban los altos funcionarios
peninsulares y los blancos criollos o mantuanos, a los que seguían
en orden descendente los denominados blancos de orilla, quienes no
tenían ninguna limitación legal, como los pardos, para entrar en
la carrera sacerdotal, tener acceso a los estudios o ejercer oficios
públicos, pero que en la dinámica social eran objeto de
discriminación. No es de dudar que según lo apuntado por el
Ayuntamiento caraqueño, en este sector se encontraron pardos «blanqueados»
a través de mecanismos ilícitos, como traslados de partidas de
bautismo de los libros de pardos o «gente inferior» al de blancos.
En general los blancos de orilla ejercían oficios mecánicos como
los de herreros, zapateros, barberos, o se dedicaban al pequeño
comercio como pulperos o merceros; otros a la agricultura cultivando
pequeñas propiedades. Desde el punto de vista económico y el modo
de vida sus diferencias con la masa de pardos eran escasas, ya que
éstos desempeñaban los mismos oficios y actividades. Los
diferenciaba, sí, el tratamiento de las leyes, ante las cuales los
blancos independientemente de su posición económica eran
considerados superiores. En el siglo XVIII el relajamiento de las
costumbres en la provincia de Venezuela se manifestaba en que el
distintivo de don servía únicamente para significar que la persona
que recibía ese trato era blanco. Por tanto cualquier pulpero isleño
era tratado de don y tenía preeminencia ante la justicia sobre un
pardo o negro, llegando aun a sentirse con honor por razón de su
nacimiento como blanco, superioridad que sólo era válida ante los
pardos y otras «castas» como se les denominaba en la Colonia, pero
nunca frente a los mantuanos o funcionarios peninsulares.
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