Tradiciones
y Costumbres -
Períodos
de la historia de Venezuela
La caracterización y la delimitación de períodos en la historia
de Venezuela suscita algunos problemas específicos, además de los
propios de todo intento de periodificación. Dichos problemas tienen
que ver con: 1) La simultaneidad de los procesos de «descubrimiento»,
«conquista» y «colonización»; 2) el lapso histórico abarcado
por dichos procesos; 3) la ubicación de la independencia misma; 4)
la ubicación de la República de Colombia (llamada Gran Colombia);
5) la delimitación de la historia contemporánea; y 6) la
correspondencia con la periodificación euro-occidental. A esta
lista, no exhaustiva, de problemas historiográficos específicos,
cabe añadir los metodológicos básicos de la periodificación,
concerniente a: 1) La universalidad de los criterios de
periodificación; 2) los cortes cronológicos; y 3) la funcionalidad
de los esquemas de periodificación. Es necesario prevenir contra la
tendencia a subestimar la importancia de los problemas suscitados
por la periodificación de la historia. Ellos comprometen la
comprensión misma de la historia. El reducirlos a una operación de
cortes, o de señalamientos, meramente cronológicos, vulnera la
esencia misma de los procesos históricos, los cuales deben ser
entendidos como una intrincada correlación de continuidad y cambio.
Esta básica comprensión de lo histórico es la primera en sufrir
daño por causa de los intentos o esquemas de periodificación mal
fundamentados, arbitrariamente realizados o sobrevalorados. Veamos,
sumariamente, en qué consisten los problemas específicos. La
simultaneidad de los procesos de «descubrimiento», «conquista» y
«colonización» es una condición esencial del proceso global, sin
la percepción clara de la cual es imposible captar la dinámica del
mismo y sobre todo, comprender los papeles respectivos desempeñados
en él por los europeos y por los indígenas, primero, y por los
criollos americanos, luego. El lapso histórico abarcado por los
procesos denominados de «descubrimiento», «conquista» y «colonización»
cobra nueva significación cuando se advierte que, en rigor, ellos
se extienden hasta el presente, en áreas de considerable extensión,
puesto que la ocupación plena del territorio aún no se ha
completado. Desde el punto de vista del relacionamiento con la base
indígena, así como desde el de la significación del papel desempeñado
por la población criolla y por los recursos generados en el propio
territorio, la continuidad del proceso global es sumamente
reveladora, como lo es también para la comprensión de formas
actuales de ese relacionamiento que muestran escasa o ninguna
variación esencial de las generadas en el siglo XVI. La ubicación
de los considerados intentos precursores de la independencia, tiene
gran importancia desde 2 puntos de vista: en primer lugar, en lo que
concierne a la comprensión integral del período colonial,
incluidos los procesos críticos del mismo; en segundo lugar, desde
el punto de vista de la legitimación a ultranza de la
independencia, que ha llevado a rastrear supuestos antecedentes en
tiempos tan tempranos como la lógica histórica lo tolere.
Dificultades equiparables suscita la ubicación de la independencia,
pues lo que se pone en juego, de esta manera, es la visión nacional
de la historia de Venezuela. Separar el período colonial del
nacional tomando como criterio la declaración de independencia, la
constitución de la Primera República, o aun la batalla de
Carabobo, deja planteado el problema de la continuidad del régimen
colonial en porciones del territorio (Coro y Maracaibo), así como
su restablecimiento durante períodos comparativamente muy
prolongados (7 años en la provincia de Caracas). En otras palabras,
se plantea el problema de marcar el hito inicial de la República
independiente. Dificultades también equiparables suscita la ubicación
de la República de Colombia, 1821-1830. ¿Debe considerársele
parte de la Independencia? ¿Se trata del inicio pleno de la República
independiente? ¿Constituye, en sí, un período de la historia de
Venezuela, intermedio entre el colonial y el nacional? Por su parte,
la delimitación de la historia contemporánea suscita especiales
dificultades, derivadas tanto de la periodificación escolar, por
mucho tiempo calcada de la historia nacional francesa, como por la
prejuiciada identificación de la larga tiranía de Juan Vicente Gómez
con un siglo XIX latifundista y caudillesco. Por último, deben
tomarse en consideración las dificultades planteadas por la
correspondencia entre la periodificación de la historia de
Venezuela y la euro-occidental, o si se quiere en otros términos:
por la ubicación del proceso histórico venezolano en el esquema
supuestamente universal generado por la historiografía europea. Con
lo antes dicho entramos a considerar la problemática metodológica
básica de la periodificación, y en primer lugar su universalidad.
A este respecto, León E. Halkin recomienda que: «No olvidemos que
las divisiones clásicas de la historia, trátese de las seis épocas
de San Agustín o de las cuatro edades de Hegel, no se aplican sino
a la historia general del Mediterráneo y de Occidente. Aún no se
han imaginado divisiones válidas a la vez para el arte y para las
instituciones, para China, México, Rusia y Francia. Las divisiones
usuales han sido obra de europeos; están hechas para europeos. Por
ello mismo disminuye su importancia. Su exactitud no es mucho mayor,
incluso para la sola Europa». No es menor la dificultad planteada
por los cortes cronológicos, no ya desde el punto de vista de la
continuidad y la discontinuidad de la historia, en el sentido de la
imbricación de los procesos, sino desde el punto de vista de la
correlación de los diversos tiempos históricos que son coetáneos
en un momento dado. En suma, indicios suficientes como para
concluir, en cuanto a la significación de la periodificación, que
ésta constituye un expediente o recurso analítico de uso delicado,
en el sentido de que su empleo debe ir acompañado de las
prevenciones del caso. Entre éstas merecen ser subrayadas dos: en
primer lugar, la periodificación no es jamás innocua; en segundo
lugar, sólo una clara, explícita y crítica fundamentación
criteriológica hace útil el empleo de un esquema de periodificación.
Criterios seguidos en la periodificación de la historia de
Venezuela
Antes de hacer una presentación crítica de los esquemas de
periodificación aplicados a la historia de Venezuela, es
conveniente tratar de identificar los criterios que les han servido
de fundamento, algunas veces en forma explícita, la más de las
veces en forma implícita. Al respecto cabe puntualizar que la crítica
historiográfica permite identificar dichos criterios, aun cuando el
autor del esquema no haya tenido conciencia de su explicación. Este
último es el caso de la generalidad de los historiadores
venezolanos, y es la comprobación de este hecho uno de los
fundamentos que ha permitido señalar la falta de elaboración
metodológica como una de las características de la historiografía
venezolana. Parece posible identificar criterios básicos de
periodificación de la historia de Venezuela: 1) El directamente
trasladado de la historia «universal» euro-occidental; 2) el
correspondiente a la perspectiva de la historia nacional; 3) el
específico o ad hoc; 4) el cronológico; 5) el propio de la época
contemporánea; y 6) el histórico integral.
Los esquemas de periodificación directamente trasladados de la
historia «universal» euro-occidental revelan tan fácilmente su
incongruencia que sorprende al espíritu crítico su prolongada
vigencia, de no ser porque tras ella subyace la irredimible aspiración
del criollo a vincular su historia con la de la o las metrópolis
europeas. La base de esta traslación es la secuencia Edad Antigua,
Edad Media, Edad Moderna, Edad Contemporánea, para las cuales se
hace forzoso encontrar equivalente en el proceso histórico
venezolano, y que por lo mismo compromete la conciliación entre el
largo período en el cual se inscribe la historia euro-occidental y
el corto período en el cual se inscribe la historia de la sociedad
criolla, si bien para superar ese obstáculo se echa mano del pasado
aborigen, convirtiéndolo en la Edad Antigua o en la Prehistoria,
según los casos de la evolución de la sociedad criolla. El esquema
de periodificación basado en el concepto de historia nacional
corresponde a un momento de la historia de la historiografía
venezolana, prolongado hasta el presente, en el cual el objetivo
primordial no era formar conocimiento sino promover el proyecto
nacional. En consecuencia, la formulación del mismo se volvía el más
claro indicio de que con él se iniciaba un nuevo período y, lo que
es más, respecto del cual todo lo sucedido previamente se convertía
en un antecedente. De allí la división en período colonial y período
nacional. Es oportuno señalar que si bien se es por lo general muy
terminante al hablar de período o historia colonial, no han faltado
historiadores que refuten esta denominación, bien sea por el propósito
de rastrear en él indicios claros de la nacionalidad (se mencionan
entonces las reformas de Carlos III), bien sea para diferenciar la
relación con la metrópoli española de la vinculación
imperialista moderna (se utiliza en este caso la denominación
historia o período provincial, y se alega que el término colonia
fue específicamente proscrito por la metrópoli). En lo
concerniente al período nacional, puede señalarse que no siempre
se utiliza esta denominación, sino que suele utilizarse como sinónimo
el de «república», si bien el hacer esto no conlleva la aceptación
de la denominación «período monárquico» para el colonial, por
cuanto la concepción misma de la historia nacional ha sido llevada
al extremo de negarle autenticidad al pasado monárquico. Se
pretende afirmar, de esta manera, que la sociedad venezolana nunca
fue realmente monárquica. Los esquemas de periodificación basados
en criterios específicos o ad hoc están referidos a momentos o
procesos propios de la evolución histórica de Venezuela. Presentan
la dificultad de que reducen las posibilidades de comprensión de
los procesos históricos al desvincularlos de las categorías de la
historia universal europea. El uso de estos criterios de
periodificación presupone la especificidad, o en todo caso un
cierto grado de ella, de la evolución histórica de la sociedad
criolla venezolana. A este respecto cabe formular algunas
consideraciones.
En primer lugar, «...hablar de un proceso histórico específicamente
venezolano sólo sería posible si se disimulara la muy dudosa
validez de esa especificidad, pues por su desarrollo histórico,
Venezuela (es decir la sociedad implantada o criolla) ha estado
inmersa y en permanente vinculación, respecto del desarrollo histórico
europeo-occidental...» En segundo lugar, «...sustraer a Venezuela
del cuadro de la historia universal europea significaría adoptar
una perspectiva limitada, y hasta falsa, que impediría comprender
la realidad histórica venezolana al escamotear la interacción,
frecuentemente determinante, con lo universal así definido...» En
tercer lugar, «...si se parte de la aceptación del vínculo con la
historia universal europea, pero sin incurrir en el simplismo de
pretender <reproducirla> en todos sus períodos, podría quizá
admitirse la siguiente periodificación: Prehistoria (hasta el
descubrimiento, entendido en sentido lato); Edad Moderna (cuyo límite
dependería del criterio que al respecto se adoptase); y Edad
Contemporánea (en iguales condiciones). Pero no será fácil, para
muchos historiadores, renunciar a una suerte de feudalismo
venezolano sin Edad Media...» En cuarto lugar, parece lícito
pensar que «...en ese marco universal tendrían cabida las
caracterizaciones y periodificaciones inspiradas en lo específico
americano, así como en la periodificación universal europea caben
matices regionales y aun nacionales. El error estaría en trasladar
mecánicamente toda la periodificación universal europea...» Quizá
sea necesario tener presente que la historia de la sociedad
implantada venezolana se desenvuelve en el ámbito de la Edad
Moderna europea, pero en las condiciones de América.
Los esquemas de periodificación basados en el criterio cronológico
encubren, con su aparente sencillez, toda una intrincada problemática
metodológica que se puede expresar como la frecuente inadecuación
entre el tiempo histórico y el tiempo cronológico. En efecto,
repartir la historia en siglos y en años plantea difíciles
problemas en cuanto a la continuidad de los procesos históricos,
pero también en cuanto a la significación propia de cada uno de
los lapsos. Por ejemplo, ya se ha señalado la imbricación entre el
período colonial y el nacional, pero también cabría aducir que el
siglo XVII venezolano se encuentra atrapado entre un vastísimo y
denso siglo XVI, el cual aun no ha concluido en casi una tercera
parte del territorio venezolano, y un no menos denso siglo XVIII, el
cual sobrevive fragmentariamente en algunas explotaciones agrícolas
y en las secuelas de la esclavitud. Por supuesto, le sigue un larguísimo
siglo XIX que algunos autores prolongan hasta la década de 1940. La
situación es más comprometida en lo que concierne a los años «vacíos».
Obviamente podrá objetarse que tal situación sólo expresa la
insuficiencia del conocimiento histórico disponible, o su excesiva
sujeción a ciertos conceptos de lo histórico. Así, para la
historiografía bélica los años de paz serían años sin historia.
La evidente insuficiencia de la periodificación estrictamente
cronológica aplicada a la historia universal europea indujo a
adoptar una periodificación en épocas, las cuales se delimitaron
sobre la base de características y no de hitos cronológicos. La
periodificación de la historia de Venezuela según el criterio
nacional sería, probablemente, su equivalente. También la
caracterización y delimitación de la época contemporánea de la
historia de Venezuela suscita dificultades, unas referidas al
proceso sociohistórico venezolano, otras referidas a la historia «universal»
euro-occidental. La principal fuente de dificultades para la
delimitación está constituida por la significación histórica de
las casi 3 décadas del gobierno de Juan Vicente Gómez, y a su vez,
dicha significación está vinculada con el profundo trauma causado
por ese hecho en la conciencia intelectual de los venezolanos. Son 2
las actitudes principales: la de quienes buscan abrumar ese período
histórico negándole toda proyección en la modernidad contemporánea,
y para ello lo arropan con la ya comentada visión estereotipada del
siglo XIX; y la de quienes buscan sobre todo marcar la diferencia
con el período subsiguiente, y para ello no les basta con
identificar este último con la democracia sino que lo hacen también
con el siglo XX. En el fondo, es el mismo criterio que llevó a
Mariano Picón Salas a señalar como hito el año de 1941, por ser
el año de las primeras elecciones más o menos democráticas
ocurridas en Venezuela durante el siglo XX; o el que indujo a J.M.
Gornés Mac Pherson a dividir la «historia de Venezuela libre» en
2 grandes períodos: el de la independencia nacional y el de la
independencia económica, tomando como criterio el pago del saldo de
la deuda externa en 1930. Rubén Carpio Castillo relaciona el
advenimiento del siglo XX, y con ello de la Edad Contemporánea, con
la fundación de Acción Democrática. Obviamente, si tomamos como
guía la ocurrencia de hechos trascendentales, la nacionalización
del petróleo podría reclamar merecida atención, y con ello se
complicarían más las cosas.
A estas dificultades deben sumarse las surgidas de la vinculación
de la historia de Venezuela con la «universal» euro-occidental.
Hay 3 áreas, cuando menos, en las que se manifiesta esta situación:
en primer lugar, la todavía no del todo superada delimitación de
la Época Contemporánea a partir de la Revolución Francesa; en
segundo lugar, el tomar como hito para la humanidad toda, y por
consiguiente también para Venezuela, la Revolución Rusa; y por último,
la pretendidamente hábil solución de tomar como criterio el de «la
historia más reciente», lo que no hace sino transferir el
problema. Un estudio metodológico específico propone como punto de
inicio de la Edad Contemporánea venezolana la Segunda Guerra
Mundial, con una fase o etapa de transición que abarca los años
1928-1936-1945. La periodificación, fundada en un criterio histórico
integral, pretende tomar como elemento central justamente lo que
constituye la traba de otros esquemas, es decir, la continuidad de
los procesos históricos; la coexistencia de tiempos históricos
diferentes, expresada en el alto nivel de contemporaneidad de la
formación histórica venezolana; y la simultaneidad de los procesos
conformativos recogidos en el concepto de implantación (por
ejemplo, un siglo XVI que corre hasta el presente en los modos del
relacionamiento con las sociedades aborígenes). El propósito de
captar esta imbricación de procesos simultáneos, continuos e
interrelacionados, llevó a adoptar la división en fases, sin
sujetarse a términos cronológicos estrictos, como se verá más
adelante.
Como se habrá podido apreciar, este intento de identificación de
los criterios básicos seguidos en los esquemas de periodificación
de la historia de Venezuela admite la posibilidad de diversas
combinaciones de los mismos. Es más, puede afirmarse que en rigor,
no suelen aplicarse aisladamente. Ciertamente que contribuye a crear
esta situación «...la falta de legitimación metodológica
observable en los esquemas de periodificación elaborados por la
historiografía venezolana...», y la cual se advierte por igual en
las periodificaciones que siguen patrones derivados de la
historiografía universal y en los esquemas ad hoc, y se manifiesta
la ausencia de legitimación metodológica tanto en el uso del orden
cronológico como en los criterios seguidos para fragmentarlo. En el
primer caso se observa que existe confusión entre el largo y el
corto período histórico, y esto hasta el punto de que se llega a
demarcar períodos en cuya estrechez resulta imposible pensar que
pudieran formarse y adquirir plena entidad formas históricas
características, no ya estructurales sino incluso secundarias: así,
encontramos períodos que equivalen a siglos, décadas e incluso
lustros, situados en un plano de correspondencia que resultaba históricamente
insostenible. En cuanto a los criterios de periodificación, éstos
suelen ser más o menos indeterminados y por lo general cambian en
el desarrollo de un mismo esquema, con lo que la periodificación
pierde todo sentido.
Para apreciar mejor el juego de los criterios de periodificación
seguidos en los esquemas de periodificación de la historia de
Venezuela, es útil pasar revista a algunos ejemplos
representativos, agrupándolos en 3 grandes rubros: 1) El de los
inspirados en los esquemas más usuales de la historia «universal»
euro-occidental; 2) el de los inspirados en criterios específicos o
ad hoc, y 3) el basado en el criterio histórico integral. En lo que
concierne a los esquemas inspirados directamente en los más usados
en la historiografía «universal» euro-occidental, y acerca de los
cuales ya se ha dicho que generalmente son una traslación metodológica,
suele jugarse con el esquema Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna
y Edad Contemporánea, como lo hizo Eloy G. González, cuando refiriéndose
a Simón Bolívar, diferenció su suerte de la de Francisco de
Miranda en «nuestra edad antigua» y la de J.M. Vargas en «nuestra
edad media». Francisco Javier Yanes, hacia 1840, había dividido la
historia de Venezuela en «antigua» y «contemporánea», tomando
como divisoria la independencia. Por su parte, Felipe Tejera, en su
Manual de historia de Venezuela, utilizó la división entre «historia
antigua» e «historia moderna», subdividiendo a su vez esta última.
Es necesario hacer algunos señalamientos en cuanto al uso de los
esquemas directamente inspirados en la periodificación de la
historia «universal» euro-occidental. En primer lugar cabe
referirse a la relación que guardan con los esquemas basados en
criterios específicos o ad hoc. Es posible pensar que los
inspirados en la historia «universal» rigen para el largo período,
mientras que los otros lo hacen para el corto y el breve período.
Pero esta distinción pierde fuerza cuando advertimos que casi toda
la vida histórica de Venezuela transcurre en la Edad Moderna, antes
de la cual sólo cabría hablar de una extensa y difusa era
precolombina o prehispánica, lo que haría del todo imposible
pensar en algún equivalente de las edades Antigua y Media europeas.
Por otra parte, bien puede pensarse que el empleo de esa
periodificación por Eloy G. González, Francisco Javier Yanes y
Felipe Tejera «...no responde a una similitud o correspondencia de
sus contenidos históricos con sus equivalentes europeos, sino tan sólo
al propósito de marcar hitos o etapas que permitieran diferenciar
estudios de la vida histórica de Venezuela...» En el caso de Eloy
G. González la Edad Antigua sería un período de inicio
indeterminado que se cerraría con el logro de la independencia,
iniciándose entonces la Edad Media, la cual culminaría en algún
momento antes de la publicación de su obra Al margen de la epopeya
(1906). Es muy marcada la desproporción cronológica entre ambos
períodos, pues la Edad Media cubriría menos de un siglo. En el
caso de la periodificación establecida por Felipe Tejera, si
tomamos en cuenta la fecha de 1873, en la cual aparece prologada, así
como el hecho de que por historia moderna se entiende la que se
inicia en 1821, queda clara la no correspondencia con el concepto de
historia moderna utilizado en la historiografía «universal»
euro-occidental: así, la Edad Antigua de Venezuela (desde 1500
hasta fines del siglo XVIII) correspondería a la Edad Moderna
europea, mientras que la Edad Moderna venezolana correspondería a
una parte de la Edad Contemporánea europea, según la periodificación
clásica que hace arrancar ésta de 1789. En lo que concierne a los
esquemas de periodificación apoyados en criterios específicos o ad
hoc, es necesario observar, en primer lugar, que varían siguiendo
una pauta dada por el esquema de periodificación que distingue básicamente
entre Colonia, Independencia y República, según un criterio político.
En el período colonial se incluye el pasado aborigen como
antecedente y se demarcan etapas denominadas «descubrimiento», «conquista»
y «colonización», sin fijar criterio respecto de la simultaneidad
o secuencia de las mismas. Se suele fraccionar la Independencia en
«repúblicas», estableciéndose también una diferenciación mayor
entre 2 etapas deslindadas a partir de la constitución de la República
de Colombia, y en «años». Al considerar críticamente las
muestras de este patrón de periodificación, puede concluirse que
su carácter ad hoc más que significar un intento de captación de
lo específico del proceso histórico venezolano, demuestra
subordinación a lo históricamente circunstancial, si es que no
denota arbitrariedad interpretativa. Rafael María Baralt estableció
este patrón de periodificación al dividir su obra en 2 partes:
Resumen de la historia de Venezuela desde el descubrimiento de su
territorio por los castellanos en el siglo XV, hasta el año 1797 y
Resumen de la historia de Venezuela desde el año de 1797 hasta el
de 1830 (1841-1843). Al tomar la conspiración de Juan Bautista
Picornell, Manuel Gual y José María España como divisoria entre
el período colonial y el inicio de la Independencia, sentó la
pauta de aislar del período anterior a la independencia y sus
prolegómenos. Guillermo Tell Villegas, en su obra Instrucción
popular en Venezuela (1899), fundándose en un expreso criterio político,
distinguió 4 estadios o fases políticas: «...Primera. La del
tiempo que permaneció bajo el gobierno de España, o séase la
colonial, que principió el 1 de agosto de 1498, en que las
carabelas ibéricas descubrieron nuestras costas, y su jefe tomó
posesión de nuestro país a nombre de la Corona de Castilla, hasta
el 19 de abril de 1810, en que el país, iluminado políticamente
por la antorcha de la revolución francesa, y con la conciencia de
su derecho, dio el primer paso que lo separara de la madre patria.
Segunda. La de la guerra, comenzada por España, que rechazó la
demanda, y terminada en el glorioso campo de Carabobo el 24 de junio
de 1821. Tercera. La que en 1821 principió en la cuna, y en 1830
terminó en la tumba de Colombia, de esa colosal República que
surgió para crear una ilusión y engendrar una esperanza. Cuarta.
La de su autonomía, que data desde 1830 en que, separándose de la
unidad colombiana, tomó asiento entre las naciones soberanas...»
Sorprende, en este esquema, la ingenuidad en la demarcación cronológica
de los estadios, que llega hasta señalar año, mes y día, sin
tomar en consideración la imbricación de los procesos políticos.
Igualmente llama la atención el desequilibrio cronológico entre
los estadios. José Gil Fortoul, en su Historia constitucional de
Venezuela (1907), introdujo una variante inspirada en el
ordenamiento constitucional. Distingue un primer período denominado
Colonia, que culmina en 1809, con lo que se diferencia
significativamente del esquema aplicado por Baralt, por cuanto
considera los primeros síntomas de la crisis política de la
sociedad colonial como parte del período colonial. El segundo período,
«La Independencia», se inicia en 1810 y culmina con la «Disolución
de Colombia» y la muerte de Bolívar, en 1830. El tercer período,
«Reconstitución de la República. La Oligarquía Conservadora»,
se inicia en 1830 y se cierra con los acontecimientos del 24 de
enero de 1848. El cuarto período, «La Oligarquía Liberal», se
extiende hasta 1863. Además, previó otros períodos denominados «La
Federación», «La Autocracia», El Eclecticismo» y «La
Restauración», con lo que habría pagado tributo a lo meramente
circunstancial hasta debilitar todo su esquema, en el cual lo más
novedoso fue la periodificación del lapso 1830-1863, que ha
perdurado hasta hoy. Respecto de este esquema de periodificación,
el cual enriquece el esquema básico respetándolo en lo esencial,
es oportuno señalar que en su concepción pesa mucho el criterio
constitucionalista del autor, el cual le lleva a centrar su historia
en la evolución de la forma constitucional, aunque sin desatender
la práctica política consiguiente. En cuanto a su demarcación en
«oligarquías», pareciera que no tuvo por objeto el delimitar períodos
históricos en sentido estricto, sino que constituye un recurso
metodológico para diferenciar estadios de un período republicano
que, al aparecer indiviso, sugeriría una homogeneidad engañosa.
Esto último permitiría comprender, de paso, la secuencia de
microestadios sucesivos que el autor no llegó a tratar. Es decir,
que de esa manera su periodificación quedaría reducida a los 3 períodos
básicos: Colonia, Independencia y República.
En la extensa gama de los esquemas de periodificación basados en
criterios ad hoc, ocupan un lugar especial los que toman las «revoluciones»
como hitos. Andrés Ponte ofrece en su obra Cómo salvar a Venezuela
una muestra especialmente elocuente de este género de periodificación.
Distingue «nueve períodos de revoluciones»: 1810-1819; 1819-1830;
1830-1846; 1846-1858; 1858-1863; 1863-1868; 1868-1870; 1870-1900 y
1900-1935 (la obra fue publicada en 1936). En este esquema es
claramente perceptible la desproporción cronológica entre los períodos,
así como el hecho de que en el más prolongado de ellos, es decir
el que corre entre 1900 y 1935, no hubo, según el autor
revoluciones «...en el sentido técnico de la palabra [...] sólo
algunos golpes de mano, no insurrecciones...», lo que significa que
no se rige por igual criterio que los períodos precedentes.
Substrayéndose en gran parte al patrón básico de periodificación
enriquecido por José Gil Fortoul, en años recientes se han
propuesto algunos esquemas de periodificación que caben también en
el rubro de los fundados en criterios ad hoc, aun cuando alguno de
ellos incorporen nuevos componentes historiográficos e ideológicos.
Entre estos esquemas interesa comentar especialmente, por su
proyección prolongada en la historiografía venezolana, el empleado
por Carlos Irazábal en su obra fundamental, Hacia la democracia.
Distingue 5 períodos denominados: «La Colonia», «La
Independencia, «El régimen democrático no se estabiliza», «La
matriz del absolutismo» y «Hacia la democracia». En rigor, el último
no es propiamente un período sino una prospectiva ideológico-política.
Por constituir la obra más bien un conjunto de ensayos que una
exposición sistemática del proceso histórico venezolano, no
resulta fácil establecer la correspondencia con demarcaciones
cronológicas. No es exagerado decir también que la periodificación
sobre la cual se erige combina lo tradicional con lo circunstancial,
no parece obedecer a criterios claros, mucho menos expresos, y lo más
significativo, no evidencia el propósito de elaborar un esquema de
periodificación fundado en el materialismo histórico, del cual es
sin embargo avanzada en las ciencias sociales venezolanas.
Consideraciones semejantes, en cuanto a la indeterminación metodológica
y criteriológica, pueden hacerse acerca del esquema elaborado por
Federico Brito Figueroa para su Historia económica y social de
Venezuela. Distingue 3 grandes períodos: «La Formación de
Venezuela», «Venezuela siglo XIX» y «Venezuela siglo XX» y en
este último, establece 2 épocas: «Venezuela en la época de la
penetración imperialista» y «La época del neocolonialismo». La
fundamentación criteriológica de este esquema de periodificación
no queda clara, pues combina la estructuración cronológica
tradicional con una visión del siglo XX inspirada en una concepción
marxista no elaborada.
En lo que concierne a la periodificación basada en un criterio histórico
integral, cabe decir que constituye un intento de replanteamiento
metodológico de la periodificación de la historia de Venezuela,
atendiendo al conjunto de los factores históricos, y superando las
periodificaciones fundadas en la «universal» euro-occidental y en
los criterios ad hoc. La proposición más acabada, en este sentido,
sirve de estructura a la obra Formación histórico-social de
Venezuela, elaborada por el equipo sociohistórico del Centro de
Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela.
Sobre la base de una indagación metodológica sistemática,
referida tanto al conjunto de las sociedades latinoamericanas como a
la venezolana, se adoptó un criterio de periodificación que
obedece a una nueva percepción de la especificidad de la formación
social venezolana, basada en 2 rasgos fundamentales: 1. «...La
unidad del proceso sociohistórico de la formación social
venezolana, que puede ser analizado como un proceso de implantación
aún no concluido, 2. El alto grado de contemporaneidad...» En cada
momento de ese desarrollo sociohistórico se aprecia la presencia
simultánea y articulada de elementos generados en diferentes
momentos de ese desarrollo. De esta manera, la realidad presente se
constituye de una simultaneidad de elementos sociohistóricos. Para
intentar recoger esta dinámica histórica, se opera con 3 fases:
Fase de estructuración de los núcleos primeros y primarios de
implantación; Fase de conformación, fraguado y crisis de la
formación social venezolana; y Fase de estructuración capitalista
de la formación social venezolana. De esta manera, el proceso histórico
venezolano a partir de 1500 es concebido como el juego de las 3
fases a medida que adelanta el proceso de implantación con la
ocupación plena del territorio. En su obra Una ojeada al mapa de
Venezuela, Enrique Bernardo Núñez había anticipado en parte este
esfuerzo de captación integral de la historia de Venezuela, en términos
especialmente elocuentes al mismo tiempo que adoptaba el patrón básico
de periodificación: «...Tres son los períodos más definidos de
la historia de Venezuela a partir del descubrimiento por los
europeos: Conquista, Colonización e Independencia, formas todas de
un mismo proceso. Estas palabras son piedras mágicas con la cuales
es posible abarcar el pasado y el presente de nuestro país. La
Conquista no concluye en el siglo XVIII. Ni la Colonia propiamente
dicha finaliza en la Independencia. Fluye de todo esto una
permanente actualidad. La historia contemporánea nos hace volver
los ojos hacia la plenitud de estos términos, Conquista, Colonización
e Independencia. Son 3 etapas que se prolongan hasta nuestros días.
Se diría que todo nuestro pasado fuese presente...»
Nueva problemática de la periodificación de la historia de
Venezuela
Si bien la discusión en torno a los criterios aplicables a los
esquemas de periodificación, así como la cuestión de la
delimitación de los períodos, están dominadas por consideraciones
de orden metodológico y criteriológico, no debe perderse de vista
la vinculación orgánica que existe entre la periodificación de la
historia y la comprensión de la misma, y el cómo ésta última se
encuentra, a su vez, subordinada a la evolución histórica
concreta, expresada en el grado de madurez alcanzado por la
sociedad. En este sentido, puede afirmarse que se ha venido gestando
una nueva problemática de la periodificación de la historia de
Venezuela, y que ésta se encuentra relacionada, fundamentalmente,
con el cambio que se ha operado en la sociedad venezolana durante
las últimas décadas. Para el caso, la expresión esencial de ese
cambio consiste en que se plantea la necesidad de ampliar la
perspectiva histórica, la cual ha permanecido casi hasta el
presente absorbida por la preocupación de impulsar el proyecto
nacional venezolano. Así como esta visión nacional de la historia
de Venezuela relevó a la historia patria, consagrada ésta a la
legitimación de la independencia, ahora se actualiza la urgencia de
adoptar una perspectiva integral que permita captar la totalidad del
proceso histórico de la sociedad venezolana, en la cual la nación
representa una etapa que debe ser articulada históricamente con
otras etapas que conforman junto con ella el curso global de la
sociedad criolla, en conjunción con las sociedades aborígenes,
insertas éstas en su propio curso histórico. De esta manera, la
comprensión de la historia de la sociedad venezolana determina la
obligación de elaborar un nuevo instrumental metodológico, que
incluya el requerido por la periodificación. Puesta en esta línea
de desarrollo, la comprensión de la historia de Venezuela habrá de
encarar, en mejores condiciones teóricas, el problema de su
especificidad, así como el de su articulación con la historia «universal»
euro-occidental, problema éste de cuya solución depende la
correcta diferenciación entre el significado del vínculo histórico
real que ha unido y une a Venezuela con esa historia «universal»,
y la visión euro-occidental de ese vínculo. Quizá sea de cierta
ayuda para el caso el comprender que la determinación del grado de
especificidad del proceso histórico venezolano no depende tanto de
la intensidad, y ni siquiera del sentido de ese vínculo histórico
real, como del grado de autonomía crítica y de autenticidad
sociocultural con que el criollo venezolano perciba ese vínculo. Se
abriría, de esta manera, una nueva fase de la discusión sobre la
problemática de la periodificación de la historia de Venezuela.
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