Tradiciones
y Costumbres -
Perlas
Desde su descubrimiento en 1498, y al inicio de la explotación y
comercialización en 1499, la historia de la perla y el papel que
juega en la formación, organización y colonización del territorio
que había de ser Venezuela es de una importancia determinante. La
explotación de la perla y las circunstancias socioeconómicas que
se crearon en torno a esta actividad determinaron, en no poca
medida, la política de la Corona sobre ciertos aspectos de la
legislación y ordenamiento general del trato con los indígenas de
América. Se puede decir que el problema de los «derechos humanos»
se plantea por primera vez en relación con la explotación de las
perlas de Cubagua, y que las primeras leyes laborales que tratan de
controlar la explotación injusta, y a menudo cruel, de la mano de
obra en beneficio desmesurado del capital, surgen de las situaciones
creadas en torno a las actividades de extracción de este recurso
suntuario. La historia de la explotación de la perla, como factor
determinante en el proceso de formación de Venezuela, es corta,
intensa y dramática. Corta, porque la ambición de enriquecimiento
rápido agota los placeres perlíferos prematuramente. Ya en 1532 se
decreta una primera veda y en 1538 se inicia el éxodo de los
habitantes de Cubagua a los nuevos placeres descubiertos en el Cabo
de la Vela, en la actual Guajira colombiana, en las proximidades del
río de Hacha, donde fundaron la población de Nuestra Señora de
Los Remedios. Este éxodo culminará de 1542 a 1543 con el abandono
definitivo de la ciudad de Nueva Cádiz de Cubagua, y aunque hacia
1573 el descubrimiento de nuevos placeres en el área insular hace
que resurja de nuevo la actividad, esta vez desde Margarita, nunca
volverá a tener la importancia del período inicial. Hacia 1625 la
pesca de perlas había desaparecido de hecho. Historia intensa
porque, en un corto período comprendido entre 1512 y 1532, la
explotación de la perla causa un verdadero trauma en el proceso de
la conquista y colonización, produciéndose una constante
confrontación con los indígenas que no conduce sino a matanzas
mutuas, injusticias y odios. La incomprensible falta de visión de
los dueños de rancherías de perlas conduce al fracaso de los
primeros intentos de evangelización en las costas de Cumaná y áreas
adyacentes, y de una colonización fundamentada en una organización
y convivencia social más justa y en el desarrollo de actividades
agrícolas o industriales más sólidas y duraderas. Historia trágica
porque en este primer período se produce el traslado de los indios
lucayos desde las Bahamas a Cubagua para su utilización como
buceadores, pereciendo en gran número. Y es también en función de
la explotación de la perla que a los primeros esclavos negros se
les obliga a trabajos y esfuerzos prácticamente inhumanos, a pesar
de las disposiciones moderadoras de la Corona. En definitiva, pasada
su breve época de esplendor, lo único que queda es un recuerdo
sepultado por casi 4 siglos en la árida soledad de la pequeña
isla. Los indígenas denominaban a las perlas thenocas o cocixas y
las utilizaban exclusivamente como adorno.
Al iniciarse la explotación comercial, los españoles establecieron
una clasificación convencional de las perlas que obedecía a fines
fiscales y que nunca se mantuvo uniforme, existiendo variaciones en
los 3 centros donde funcionaban las Cajas Reales: Santo Domingo en
la isla La Española, San Juan de Puerto Rico y Cubagua. Los
oficiales reales separaban las perlas en grandes grupos, apartando
para la Corona la quinta parte de cada grupo, denominada el quinto
real. Hasta 1521 esta parte se pesaba con el peso de oro (peso,
tomines, gramos) y después con el peso de perlas (marco, onzas,
ochavas, tomines, granos). En las cuentas de la Caja Real de La Española
aparecen los siguientes términos en la clasificación de las
perlas: perlas y aljófar común; aljófar (redondo), pedrerías,
avemarías, pinjantes, berruecos, cadenilla, topos, abalorio. En la
caja de Cubagua se encuentran las siguientes: perlas comunes, aljófar
común, aljófar redondo, pedrería y cadenilla, avemarías, topos
(asientos de), pinjantes, piezas de asiento, cadenilla. Estas
clasificaciones no sobrevivieron a la desaparición de Nueva Cádiz
y cuando en 1574 se reinicia la explotación en el área insular,
comienzan a prevalecer criterios cualitativos y se introducen nuevos
términos, como rastrillo y media cadenilla. Posteriormente continúan
las modificaciones. En las últimas épocas de la explotación, las
perlas se agrupaban en 5 o 6 tipos, de mayor a menor valor: de
vistas, redondas, descarte, barrocas o barroque, mostacilla
(dendrita). La primera se aplica a las perlas completamente esféricas,
de bonito color y mayores de 2 gramos. Las redondas son similares a
las de vista, pero más pequeñas. La denominación descarte se
aplica a las redondas que no son completamente esféricas. Barroque
es la perla irregular, y mostacilla la de inferior calidad y de muy
pequeño tamaño, de un cuarto de quilate aproximadamente. Estos términos
actuales no sirven para identificar los del pasado, de los cuales
rara vez se encuentran descripciones en los documentos de la época,
aunque sabemos que «asientos» se denominaban las perlas que por un
lado eran redondas y por el otro planas, y «avemarías» a las
cuentas pequeñas que se usaban para rosarios. Aunque estaba
expresamente prohibido por la Corona que se horadasen las perlas en
Cubagua, no parece que la orden se cumpliera con rigurosidad. En
cualquier caso, los más importantes mercados de perlas fueron Santo
Domingo y San Juan de Puerto Rico en las Antillas y Sevilla en la
Península, adonde acudían tanto los mercaderes españoles como los
genoveses, florentinos y alemanes, convirtiéndose en uno de los
centros de organización del comercio internacional de perlas. Fuera
de España, los mercados más importantes fueron Venecia, Amberes y
Lisboa.
En el acta del Cabildo de Caracas del 4 de diciembre de 1589 se
menciona, entre otros aspectos de orden económico, que se negocie y
procure ante la Corte de Castilla que se permita utilizar las perlas
en calidad de moneda por falta de circulante y también que los
vecinos de Caracas que tienen canoas de perlas en las aguas de la
isla de Margarita y de Cumaná, las puedan quintar en Santiago de León
de Caracas, pero además, se solicita que el maíz y otros
mantenimientos que se enviaran de esta ciudad y sus términos a la
isla de Margarita, provincia de Cumaná, e islas de Aves y Orchila,
para el sustento de las canoas de perlas cuyos dueños se hallen en
la gobernación de Caracas, no paguen derechos por espacio de 20 años.
Todo esto nos indica que a finales del siglo XVI y principios del
XVII las perlas jugaban, todavía, un papel económico importante en
la vida de la colonia. La disposición de que las perlas pudieran
utilizarse como moneda ponía a los vecinos de Caracas bajo la presión
financiera de unos cuantos propietarios que obtenían perlas en la
región de Margarita. Posteriormente la importancia de la perla
decae gradualmente, y las noticias historiales existentes hacen
referencia casi exclusivamente a determinadas regulaciones sobre la
explotación y a la relación de conflictos entre los intereses de
los dueños de canoas de las distintas provincias. Sin embargo, la
importancia de la perla en la economía local de Margarita se
mantiene hasta la década de 1960, siempre con sus características
de juego de azar que ofrece riqueza súbita a los buenos buceadores,
a costa de un tremendo esfuerzo físico, y de negocio de especulación
para los dueños de aparejos, comerciantes y mercaderes europeos. A
principios del siglo XX un buen buzo podía, excepcionalmente,
llegar a ganar hasta Bs. 4.000 mensuales, lo cual para esas fechas
era una cantidad exorbitante. No obstante, lo normal era que ganaran
entre Bs. 200 y 500. Hacia 1920-1930 en Margarita había unos 25
empresarios propietarios de escafandras, y unos 100 buzos. Algunos
empresarios llegaron a tener hasta 20 escafandras. La mitad de las
ganancias correspondía al dueño de las escafandras. La otra mitad
se repartía entre el personal de las rancherías y del bote. A cada
marinero le correspondía una parte; al ranchero y al cabo de vida,
que era quien estaba al cuidado del buzo, les correspondía parte y
media; y al buzo 6 partes. El bote también recibía su parte. Esta
distribución podía variar de acuerdo con la habilidad y
rendimiento del buzo.
En cuanto a los métodos de explotación, se sabe que la rastra de
perlas comenzó a ser utilizada en 1529 por Luis de Lampiñán, a
quien la Corona le otorgó un permiso para pescar por el sistema de
arrastre, pero tuvo que renunciar a él por la resistencia que
hicieron los cubagüenses al mismo. Esta resistencia se prolongó
hasta bien entrado el siglo XIX ya que consta que el Congreso de
Colombia, por decreto del 6 de agosto de 1823, concedió a la compañía
británica Rundell, Bridge & Rundell el derecho exclusivo de
pescar perlas con máquinas en las costas de la nación y se
castigaba severamente a los naturales de Margarita o de cualquier
otra nacionalidad que utilizasen este método, lo cual indica un
cierto recelo hacia el mismo y el deseo de controlarlo en base a una
concesión que aparentemente no era muy justa. Esta compañía
estuvo pescando perlas hasta 1833, a partir de esta fecha y hasta
1845, la pesca de la perla descendió hasta casi desaparecer. Entre
este año y 1853 las perlas extraídas sólo produjeron 400 onzas y
en 1857 el remate público de las mismas produjo 960 pesos a las
rentas provinciales, considerándose entonces que los ostrales no
pagaban los gastos de explotación. Con el inicio de la explotación
por medio de buzos con escafandra a principios del siglo XX la perla
volvió a cobrar importancia. Entre los años 1914 y 1920, venían
compradores europeos, como los de la casa Rosenthal de París, y en
la propia isla de Margarita existían no menos de 10 dueños de
equipos de escafandra que, además, comercializaban las perlas. En
1930 la pesca de la perla rindió a la Nación unos Bs. 300.000. En
1932 la producción fue de 2.185.505 quilates con un valor de Bs.
1.743.212. En 1934 tuvo lugar una celebrada expedición de margariteños
al Mar Rojo, organizada por el empresario Salim Abouhamad, con la
finalidad de buscar placeres perlíferos en aquellos mares. Los
resultados no fueron positivos y los miembros de la expedición
regresaron al año siguiente. En 1936 Antonio Gordils presentó al
ministro de Fomento un informe sobre la situación de los placeres
perlíferos y los rendimientos logrados en cada uno de ellos. Con
base en tal informe, se abrió la temporada de pesca, y en 1937 se
extrajeron 418.207 quilates con un valor de Bs. 481.181. Después de
la gran producción perlífera de 1943, que alcanzó unos 1.500 kg,
la explotación de la perla entra en una ininterrumpida decadencia
que se consuma en 1969, cuando tiene lugar la última exploración-explotación.
Definitivamente, la perla margariteña no podía ya competir con la
producción masiva de perlas cultivadas por los japoneses que
inundaron los mercados mundiales.
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